jueves, 5 de junio de 2008

El Sindrome del Nido Vacío

El nido vacío: cuando el hogar vuelve a ser casa
Los padres suelen sufrir una crisis luego de que los hijos abandonan el hogar, en lo que se conoce como “síndrome del nido vacío”. Pero se puede aprender de esta experiencia y capitalizarla para realizar importantes cambios.

El “síndrome del nido vacío” es una etapa evolutiva que atraviesan las parejas, que se da cuando los hijos dejan el hogar para independizarse, irse a vivir solos o casarse y empiezan a realizar su propia vida.
Esta situación generalmente es vivida por los padres con angustia. Se dan cuenta de que ya no son tan necesarios como antes y esto genera sentimientos de inutilidad, de falta de sentido. Sobre todo en la madre, ya que por lo general su proyecto de vida giraba en torno a sus hijos, sus necesidades, sus problemas.
Por lo general (aunque con las nuevas realidades que impone el mercado de trabajo esta afirmación es cada vez menos cierta) el padre ha podido realizarse profesionalmente, por lo que no lo siente tanto como la madre.
Ella ha renunciado a sus proyectos profesionales en pos de construir una familia y ser el sostén en este aspecto. Por un lado la pareja ve su sueño realizado: han logrado cumplir la meta que se habían propuesto. Por el otro, este logro tan anhelado conlleva un cambio y por lo tanto el tener que adaptarse a una nueva situación.
Los sentimientos de tristeza y de pérdida son normales, y deben entenderse como un proceso de duelo, por lo que es difícil aventurar cuánto pueden durar sus efectos.
Lo que sí se puede hacer es buscar salidas y nuevas iniciativas a partir de este momento de cambios cruciales. En estas condiciones lo mejor es no quedarse apegado a los chicos y poder construir nuevos proyectos personales.
Es fundamental saber ver la oportunidad en una situación de estas características. Quizás sea hora de redescubrir o redefinir la pareja. Hay quienes afirman que el síndrome de nido vacío sólo es vivido con tristeza cuando el matrimonio tiene poco que compartir.
Si se toma la satisfacción marital como una variable, vemos que crece al principio de la unión, baja fuertemente con el nacimiento de los niños, aumenta cuando ellos crecen, vuelve a sumergirse cuando atraviesan la adolescencia y en los matrimonios felices se estabiliza cuando los hijos dejan el hogar.
Puede haber pasado que el matrimonio haya sufrido un lógico deterioro, con el paso de los años y las dificultades atravesadas. He aquí una oportunidad para enmendar viejos errores. Si las relaciones no se cuidan, dejan de desarrollarse como es debido, y finalmente, mueren. Seguramente el apasionado romance juvenil haya pasado.
Pero ahora hay algo más sólido: la capacidad de dialogar juntos, de tolerar mejor las diferencias, de reírse de los mutuos errores, de iniciar juntos alguna actividad Es la ocasión para ser creativos y encontrar nuevos desafíos a la vida matrimonial.
También esta “liberación” de estar siempre pendiente de los hijos puede transformarse en un tiempo para crecer. La mediana edad es un tiempo especialmente propicio para el desarrollo de actividades que antes no podían realizarse.
Disponer de más tiempo y de más experiencia facilita que cada uno puede encontrar la manera de involucrarse en otras actividades. Retomar viejos hobbies o adoptar nuevos, empezar a practicar un deporte o ir al gimnasio, participar de grupos de interés común o en actividades de ayuda social puede ser una manera de darle un nuevo sentido a nuestras vidas.
Por supuesto que hay personas a las que todo esto les resulta más difícil y precisan de ayuda. Esto no es algo vergonzante ni terrible: es algo propio de la condición humana.
No tenga miedo de pedir ayuda, ya sea de su propia pareja, familiares, amigos, grupos de apoyo o terapeutas profesionales. No es fácil redefinir los objetivos de vida cuando se atraviesa la madurez y siempre es bueno tener alguien que nos sepa escuchar y a la vez que pueda darnos un consejo.
En caso de personas viudas o separadas, adoptar una mascota puede ser una manera de canalizar angustias en algo positivo. Si usted es una de esas personas que siempre quiso tener un perro o un gato pero no tenía tiempo para cuidarlas o espacio para que estén cómodas (o simplemente nunca se animó a tenerlas), ésta es su oportunidad.
Por último, tenga en cuenta que la relación con sus hijos no se terminó, sino que se modificó, mudó de ropas. También es una oportunidad para enriquecerla.
Busque nuevas maneras de estar permanentemente en contacto con ellos, ya sea por teléfono, carta, o aprovechando las nuevas tecnologías de Internet (correo electrónico, programas de mensajería instantánea, etc.).
Recuerde que nunca dejará de ser el padre o la madre de su hijo. Simplemente su rol ya no será el mismo porque su hijo tampoco es el mismo, fue creciendo y ya no es más ese adolescente que necesitaba un reto.
Ser padre y consejero de un hijo adulto es también una tarea vital, y debe aprender a tomarla con una renovada responsabilidad cada día.
EL NIDO VACÍO: LAS POSIBILIDADES DE UNA NUEVA ETAPA
¿Qué pasa cuando los hijos crecen y dejan el hogar de origen? ¿Qué sienten una madre y un padre cuando después de veintitantos años de convivencia, poco más, poco menos, ven partir a sus hijos para que estos vuelvan ya sólo de visita?
Este evento, como tantos otros del ciclo de vida de una familia, es de enorme importancia para cada involucrado, ya que produce una crisis en el equilibrio familiar. Las penas, las alegrías, las decisiones, el tiempo, ya nunca más se compartirán de la misma manera. Por lo tanto, la familia debe reorganizarse y alcanzar una nueva estabilidad a partir del cambio.
LOS RIESGOS DEL CAMBIO
Hay al menos dos cuestiones básicas que pueden plantear serios problemas a la pareja (probablemente de mediana edad) que queda sola en casa:
1. El tiempo, antes escaso ya que estaba repartido entre las múltiples actividades de los hijos, las propias y las de la casa en general, ahora parece ampliarse y hasta sobrar. Si no se encuentran actividades nuevas en las que involucrarse, la inacción dará lugar a sentimientos de inutilidad, depresión, ansiedad, o actitudes manipuladoras para que el hijo retorne al hogar, entre otras.
2. El matrimonio que estuvo solo, sin hijos en las primer etapa de pareja, pasó luego una veintena de años rodeado primero de hijos pequeños, luego adolescentes y finalmente jóvenes que sucesivamente fueron ocupando el centro de la escena y el centro de sus vidas. Ahora, se reencuentran, solos como al principio, pero con más edad. Si el matrimonio no dedicó el esfuerzo necesario por cuidar el espacio específico de pareja en los años de crianza, la vuelta a la soledad será vivida insatisfactoriamente, casi como entre dos extraños.
EL LADO BUENO DE LA CRISIS
La partida de los hijos puede generar tristeza, frustración, miedo, ansiedad... ¿Está mal tener estos sentimientos? Por supuesto que no; los sentimientos vienen, sean deseados o no; pero cada uno de nosotros tiene un inmenso poder y es el de cómo reaccionaremos ante nuestro sentir. Podemos hundirnos en la ansiedad o en la autoconmiseración, o podemos aprovechar lo que nos brinda cada nueva etapa del ciclo vital. Toda crisis se presenta disfrazada de problema, pero si somos capaces de ver un poco más allá de su disfraz, descubrimos que allí se esconden apasionantes oportunidades.
¿Cuáles oportunidades?
• Es un tiempo para crecer:
El vacío que produjo la mudanza de los hijos necesita ser llenado de algún modo. La mediana edad es un tiempo especialmente propicio para el desarrollo de actividades que antes no podían realizarse. Disponer de más tiempo y de más experiencia facilita que cada uno puede encontrar la manera de involucrarse en actividades de barrio, la iglesia, el club, alguna asociación, etc.
Del mismo modo, se cuenta con más tiempo para salir, encontrarse con amigos, estudiar, viajar o hacer aquellas cosas que siempre deseó y no pudo. Es el tiempo de desarrollar los recursos internos postergados hasta este momento y de enriquecer la vida hacia el interior y el exterior.
• Es un tiempo para el reencuentro:
Si las relaciones no se cuidan, dejan de desarrollarse como es debido, y finalmente, mueren. Seguramente el apasionado romance juvenil haya pasado. Pero ahora hay algo más sólido: la capacidad de dialogar juntos, de tolerar mejor las diferencias, de reírse de los mutuos errores, de hacer las críticas de un modo amable, de iniciar juntos alguna actividad (salir a correr, tomar algún curso que les interese, etc). Es la ocasión para ser creativos y encontrar nuevos desafíos a la vida matrimonial.
• Un tiempo para compartir:
La relación con los hijos que se han ido no se acaba, sino que simplemente toma otra configuración. La relación puede ser más relajada, sin tantas responsabilidades para los padres y ser ampliamente disfrutada por todos.
• Un tiempo para nuevo rol:
Los nietos vienen a llenar nuevamente de bullicio la casa de los abuelos. Disfrutar con ellos, descubrir sus talentos, reír con sus ocurrencias y compartir sus juegos, abre una nueva y hermosa dimensión dentro del ser humano.
En cada persona está la posibilidad de quedarse con las “pérdidas” o con las oportunidades de esta etapa. Disfrutar de la vida implica aceptar los cambios, por dolorosos que sean, y aprender a sacarles provecho.